2017-04-23 (?), Tiempo de Música, by Cristóbal Astorga Sepúlveda
Pero el arte de Jaroussky se luce más en los largos handelianos. En un aria como “Stille amare” de Tolomeo, donde el protagonista se ha visto obligado a beber lo que parece ser veneno, Jaroussky despliega una línea de canto morbosa en su fraseo legato, mientras los violines sugieren la venenosa contaminación del cuerpo del principe. O en “Ombra cara” de Radamisto, una de las piezas más notables del arte handeliano, donde la evocación en tono menor del más allá es transmitida por Jaroussky con melancolía y genuino duelo. Junto con “Se potessero i sospir miei” de Imeneo configuraron una suerte de tríptico contemplativo que sirvió de adecuado descanso para los tiempos más movidos de arias como “Se parla nel mio cor” de Giustino, que abrió luminosamente la segunda parte del recital, o el rigor estoico de “Deggio morire oh stelle” de Siroe, una meditación marcial sobre el castigo injusto.
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